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EL ENCUENTRO

Un quiebre en el camino

Descubrí un texto que mi abuelo escribió. Una carta, como solía hacerlo cuando sentía que debía llegar a alguien más y que perdura de alguna forma en el tiempo en medio del silencio y el ruido de la vida. A esta carta la nombra “Los caminos” y empieza así:  “Eres un caminante, busca bien tu camino”, y dedica esta carta a contarle a un tío el porqué para él son tan importantes los caminos

Segundo momento: Texto
Segundo momento: Pro Gallery

Luego de este encuentro procuré escuchar con atención; y fue cuando me di cuenta que los caminos me pedían una pausa, pero no para echar raíz sino para caminar consciente y caminar despacio. Mi abuelo, en sus años caminó con lentitud, serenidad y paciencia. Descubrió, en el caminar y en los caminos, que podía sentarse a la sombra de un árbol luego de un día o una semana soleada para buscar tranquilidad, para buscar refugio en el silencio, en sus pensamientos. Aquí tuve que hacer una pausa, me detuve en el camino y percibí la velocidad a la que estaba yendo. Como todo se estaba convirtiendo en una carrera contra el tiempo y fue así como el proyecto tomó un nuevo rumbo.

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LA BITÁCORA

Este proyecto me hizo detenerme un momento en la locura en la que se estaba volviendo mi vida, en términos de Bauman; en lo líquida que se estaba convirtiendo. Aquí es donde el diario y la imagen cobran sentido como medio de expresión. Artistas como Paula Bonet y Juanan Requena siempre han establecido un puente entre lo escrito y lo plástico y ahora procuraré llevarlo a un ejercicio pedagógico con las cartas, los dibujos y la palabra.

Las dudas surgieron. Me encontraba muy inquieta. El caminar, el tiempo, la velocidad y la pausa ahora eran las fuerzas que me convocaban. A partir de entonces comencé a observar más conscientemente el uso que le daba a mi tiempo y realmente qué tanto me permitía la pausa. Planteé sobre papel algunas preguntas; ¿qué es caminar? ¿por qué caminamos? ¿hacia dónde vamos? ¿por qué corremos? ¿caminar de forma literal o metafórica? ¿qué influencia tienen los caminos en nuestro recorrer en la vida?

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En resonancia con estas inquietudes, y partiendo de que en la Investigación Basada en las Artes (I.B.A.) “se puede apreciar una primera relación que se podría denominar como tautológica y que asume que en toda actividad artística hay un propósito investigador, al tiempo que una finalidad pedagógica, en el sentido de que construyen y proyectan representaciones sobre parcelas de la realidad, que fijan maneras de mirar y de mirarse.” (Hernandez, 2008), desarrollé este proyecto con la intención de posibilitar la reflexión y la pausa frente a las sendas recorridas como puente hacia la comprensión de las dinámicas de nuestras propias vidas, que a su vez determinan cómo nos relacionamos con nosotros, los otros y así creamos un horizonte social.

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LOS CAMINOS

Los caminos podemos entenderlos como una metáfora de la vida. En ellos dejamos la marca de las decisiones que hemos tomado, del lugar al que hemos llegado. Marcamos la rutina en sus piedras y plantas y dejamos atrás ideas y pensamientos veloces que por su misma naturaleza no alcanzamos a recordar. Cuando miramos atrás vemos su compañía constante y silenciosa que retiene cada sentimiento que dejamos al avanzar. Son testigos de nuestros más grandes momentos pero también de los pequeños y oscuros.

Los caminos, las sendas y los recorridos nos invitan a reflexionar y a enfrentarnos a lo inesperado. ¿Qué pasaría si nos permitiéramos escucharlos? Para esto “vagabundear”, como lo nombra Le bretón, es una grata opción: “el vagabundeo, tan poco tolerado en nuestras sociedades como el silencio, se opone así a las poderosas exigencias del rendimiento, de la urgencia y de la disponibilidad absoluta en el trabajo o para los demás (convertida, con la aparición del teléfono móvil, en una caricatura)” (Le breton, 2015).

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El caminante tiene unas cualidades en particular; es aquel que acepta la incertidumbre que le depara el camino, es consciente de los peligros y desventuras que podría encontrar en su recorrer pero que, aún así decide aventurarse autónomamente a ellos. Se da cuenta de que puede decidir frente a cuál camino tomar y piensa en los pasos que está o que ha dado en su trayecto.  Este caminante se encuentra con su yo, en la sencillez del camino retorna a la exaltación y la contemplación, la reflexión se convierte en un acompañante en las rutinas del día a día. Se muestra frágil ante el camino y “se siente responsable de sus actos” (Le breton, 2015) porque no hay un caparazón de tela o metal que lo oculte. El caminante disfruta del anonimato, la posibilidad de mimetizarse con el camino, de perderse en esa experiencia y estar presente y disponible para él y sus encuentros con el mismo camino.

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MUCHOS HILOS

A veces divagar puede tornarse bastante aburrido, parece que no hay un destino ni un final y esto, como nos lo han enseñado, se concibe como perder el tiempo, sin embargo es allí donde promovemos el pensamiento divergente, activamos recuerdos y comenzamos a conectar ideas que antes, tal vez, nunca se hubieran pasado por nuestra mente; descubrimos soluciones a preguntas que teníamos en mente hace tiempo y que se estaban convirtiendo en un problema o simplemente nos encontramos frente a frente con nosotros mismos, nuestras necesidades y es allí donde podemos poner en conversación pasado y presente. 

En ese divagar me encontré con muchos lenguajes plásticos, entre ellos resaltó uno por su delicadeza, pero al mismo tiempo por su fortaleza: El macramé y el Telar.

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De aquí ha surgido un encuentro con el caminar y el pausar de una manera que no esperaba. Es importante tener en cuenta que pausar no solo es un acto en el tiempo sino en lo que es esa zona de confort, pues me aventuré a transitar por otro paraje. Hacer nudos se convirtió en un lenguaje que me transporta a viejos momentos de mi memoria, esos nudos, esos entrelaces y tejidos me han permitido abrir ese espacio de pausa en mi cotidianidad. Ahí me he hallado entre hilos y nudos de múltiples pensamientos y sentires frente a este existir.

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EN EL CAMNINAR

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PAUSAR

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